Liberá tu cuerpo bailando Salsa

Nota que nos hicieron para la revista «Cuerpo y Mente» (2013)

“La Salsa es más que un estilo de baile… es una manera de expresarse con el cuerpo, que permite el contacto y la comunicación, favorece la revalorización del cuerpo, abre una puerta hacia la exploración de la sensualidad, ayuda a generar una transformación en la sensibilidad, contagia alegría y bienestar … y por si esto fuera pocoo…. además, es un ejercicio aeróbico que permite oxigenar los pulmones y adelgazar sin sentir esfuerzo físico.” Así nos definen a la Salsa Alejandro Casano y Gabriela Cano, profesores de salsa desde hace 12 años, directores del Estudio Salsafusion y del Instructorado anual que se dicta para educar a profesores de Salsa e insertarlos en el mercado laboral.

Ellos encontraron la receta para dar clases a lo largo del tiempo y crecer año tras año, a pesar de los contratiempos, los problemas económicos…. De la mano de su slogan “La alegría de bailar” dictaron clases en Banfield (Mi Club), Lanús (Welcome Gym), Belgrano (Azúcar Belgrano), Palermo, Ramos mejia (Modern Dance) Microcentro (Fitness Center), Villa crespo (Estudio Salsafusion). Tienen 400 alumnos por semana, organizan fiestas que convocan a 1200 personas (La última fue en La City en Mayo) y son los directores de un Instructorado que se ocupa de formar a profesores de salsa.

Ellos creen  que la fórmula del éxito radica en una combinación de componentes: método de enseñanza eficaz, paciencia y sobre todo buena onda y energía.

Durante la últimas 3 décadas, el crecimiento de la salsa como ritmo ha sido tan importante que hoy en día todos los gimnasios tienen clases de Salsa entre sus actividades.

Muchos médicos recomiendan a la gente bailar porque es un ejercicio aeróbico que permite quemar calorías, entrenar, oxigenarse y tonificar los músculos.

Pero además, la salsa es socializadora, se practica entre muchas personas que se conocen, que comparten esta pasión, se arman grupos de amigos, parejas, vínculos entre las personas que van un poco más allá del baile.

En la mayoría de los casos, las clases tienen más mujeres que hombres. El prof Ale Casano dice: “habría que convencer a los hombres de que se animen a intentar aprender. Todos creen que son de madera y que es inútil porque nunca van a aprender, o simplemente no quieren porque tienen el prejuicio de que los que bailan son gays. Si pudiesen comprobar ellos mimos el placer de coincidir, de abrazar a la mujer y llevarla al son de la música, seguro que las clases estarían más llenas de hombres. Y que encontrando la clase adecuada, todos, absolutamente todos pueden aprender con un poquito de paciencia y buena voluntad”.

La mente también se recicla

Ir a una clase de salsa te carga de buena energía, te libera, te hace sentir más liviano, te hace olvidar de todos los problemas, al menos por un ratito. Y ese alivio ayuda  a que la carga cotidiana no sea tan pesada. No es una solución a los problemas, pero ayuda a sobrellevar mejor las cosas a tomarse los problemas mas relajado, con una sonrisa.

En general, vivimos en un clima de tensión constante, que sin querer, nos lleva a correr todo el día, a estresarnos, a trabajar en forma sedentaria durante horas, a tener que tolerar malos humores, malos tratos, a convivir con una constante violencia gratuita. Y eso hace que muchas personas se sientan agobiadas por esta realidad. La salsa con su alegría, contagia y funciona como terapia en muchos casos.

La profe Gaby Cano dice: “Bailar es darse un permiso a sentir. En una sociedad que tiende a la analgesia, a tomar pastillas para dormir, para no sentir dolor, para los nervios, para relajarse… la salsa despierta todos los sentidos, modifica la sensibilidad, permite descubrir nuevas sensaciones. Las personas aprenden a tener una conciencia nueva de su cuerpo y de sus capacidades. Y al bucear en las sensaciones, también pueden llegar a la sensualidad desde otro lugar. La sensualidad es una cualidad inseparable del baile.”

Un contexto diferente

LA Salsa es un baile que puede aprenderse a cualquier edad, conviven desde los 16 años hasta los 70 años sin que la diferencia sea un obstáculo.

Pero no sólo en las clases se manifiesta esto. Las salseras mismas constituyen un espacio con una propuesta diferente para la integración y el contacto con otra persona.

Hoy en día, cuando una persona va a bailar a la noche a una disco, son espacios oscuros, con gente muy joven con códigos propios, mucho alcohol y siempre al limite del desborde, al descontrol, donde el éxito se mide por la cantidad de conquistas logradas durante la noche. Esta situación para muchos es muy violenta, sobre todo cuando se salen de relaciones largas, divorcios.

Y las salseras son lugares muy diferentes. Están iluminados para que la gente pueda verse, saludarse, mirarse bailar, tiene mesas y sillas para tomar algo y compartir con amigos mientras miran hacia la pista, hay mucho respeto y no se observan casos notorios de alcoholismo o drogas. Se puede aceptar bailar muchas veces, sin que por ella tenga que mediar algún intercambio sexual, y por el contrario, se conoce gente, se puede charlar porque la música no aturde los oídos. Todas estas características suman y transforman a las salseras en lugares agradables y contenedores.

Cada uno en su rol

La salsa permite el contacto de los cuerpos. Pero tiene un punto intermedio entre el rock, donde los que bailan están tomados de la mano y lejos, ó el tango, que están abrazados y con los torsos en contacto.

La salsa se baila abrazados, pero ni muy cerca, ni muy lejos, por lo tanto, la mujer no se siente avasallada en su corporeidad pero si se siente segura.

El hombre lleva el baile, la mujer se deja llevar. En una sociedad donde los límites entre lo masculino y lo femenino está tan desdibujada, la salsa se esgrime como una práctica con los roles absolutamente marcados. Y, contrariamente a lo que muchos pensarían como conflictiva a esta relación, no sólo no genera discrepancias, sino que proporciona un clima relajado de tranquilidad y seguridad.

Cada uno tiene su propia tarea delimitada y del buen desempeño de cada uno, la relación de pareja funciona mejor y se potencia. Cada uno aprende desde ese lugar: él aprende a marcar, a sumar y recordar figuras a cuidar el espacio y a lucir a su pareja; a mujer aprende a relajarse, a ser liviana para que la puede llevar sin brusquedad, a cantar mientras el hombre esta ocupado pensando en qué paso de baile tomar, a ser grácil y femenina, a explotar su condición femenina. 

Para nada queremos decir que deseamos una sociedad machista o feminista, simplemente vemos como en el baile parece encontrase cada uno con un rol.

Para el hombre es más fácil marcar a la mujeres, porque naturalmente tiene más fuerza y es más alto que la mujer, y para la mujer le es natural que la puedan guiar, y en el transcurso soltarse y hacer decoros y cosas que la hacen ver femenina, bella, y sobre todas las cosas, alegre. La alegría es una condición que está ligada  a la salsa. La música invita  moverse,  las caderas se quieren mover, los pies quieren despegarse del piso, y la sonrisa brota si querer.

Siempre se vuelve a la Salsa

Bailar salsa produce una fuga, un modo de huída de la realidad, una especie de liberación, una necesidad de evadirse, y ese lugar es ocupado por todo tipo de festejos que los descomprimen de la vida social que lo oprime. Con el plus del placer que produce bailar, esa sensación siempre se va a volver a buscar.

Y aunque los años pasen, todos los que bailan salsa siempre continúan con la misma pasión y nunca dejan de bailar, ya sea en salsera, o en clases de salsa, o en encuentros con amigos. Es que la salsa es una forma de vida para mucha gente.

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